martes, 25 de septiembre de 2012

LÁGRIMAS DE CRISTAL


He soñado el mejor sueño, tenía una canción en mi pensamiento y no la dejaba de tararear. 

Esa canción eras tú. Eras la música, la melodía, el verso. Siempre estabas presente y te sujetabas fuertemente a mi mano, como si tuvieses miedo a que te soltara.

De mi garganta no salía sonido alguno, pero en mi mente iba tarareando una y otra vez aquella cancioncilla pegadiza. Esa melodía me alegraba tanto, que no borraba la sonrisa de mis labios ni un instante.

Nos cogimos de la mano y anduvimos hacia atrás paso tras paso, consiguiendo descontar el tiempo.

Paseamos por una playa desierta, mirando hacía el pasado fuimos deshojando los recuerdos y dejando nuestras huellas sobre la arena. Cada huella era un recuerdo. Aquella sensación estéril me hacía sostener la esperanza en un suspiro. Y como aquel que cobija en su nido la mañana, me arrullaste en un TE AMO infinito.

Hasta que de repente, nuestros pies se detuvieron en un lateral del tiempo y me encontré en un lugar remoto, donde poco a poco moría la primavera. Cerezos magnolios ya no lucían sus flores etéreas.

Cuando miré hacía atrás, ese tiempo era visible. Se mostraba abstracto, con pinceladas desordenadas en un óleo inacabado y oscuro. Me encontré en ese lugar remoto, atrapada dentro del espejo de las vanidades, donde el aullido del lobo es la melodía de la noche. Mis labios dejaron de tararearte. Tú, ya no estabas, habías desaparecido. Te busqué inútilmente. Sentía mi sufrir interno y salí del espejo para buscarte.

Desde entonces mi sentir fue diferente. Fue como si nunca hubiera habido un principio, ni tampoco un final entre nosotros. Como si no hubieras existido jamás. Sentí que no hubo besos de dulce néctar, ni mi tristeza de tan amarga hiel. No hubo pena, ni gloria. Ni se escribió nunca en ningún papel un versos, ni estrofa, de aquella melodía hechizadora.

Fuiste tan solo eso, una alegoría de una historia inexistente y sentí tan breve aquel reír y tan largo mí penar, que esta clase de sueños, en lo profundo del alma se vuelven, lágrimas de cristal.

Margary Gamboa.©todos los derechos reservados.

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